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Hace ya unos veranos disfrutaba de unas vacaciones de esas tan auténticas y perfectas para conocer un país, como son las que ofrecen esos paquetes del todo incluido.

 

Estaba en México.

 

Un país que me enamoró locamente.

 

Concretamente en la zona de la Riviera Maya.

 

Una zona muy virgen nada explotada por y para el turismo.

 

 

 

Playas paradisiacas, y zonas para visitar espectaculares.

 

Una de las actividades que me dio por hacer fue un bautismo de buceo.

 

 

Al salir me flipé tanto, que lo primero que hice solo llegar a España fue sacarme el curso de buceo.

 

Primer chasco, cambiar el caribe por el mar cantábrico.

 

De tener una visibilidad bajo el agua hasta donde daba la vista, a no verme los pies.

 

Pero me daba igual, me había chiflado tanto eso de estar en un sitio con tal silencio, que mis ganas por bucear seguían intactas.

 

 

 

Así que finalicé mi primer curso OWD Padi en Zarautz.

 

Ya podía ir a bucear cuando quisiera.

 

 

 

 

Los siguientes días fue una locura, hacía todas las inmersiones que podía.

 

 

Solo tenía un tema de conversación.

 

 

 

Llegó el día en el que con ese primer curso no era suficiente, tenía que sacarse el siguiente.

 

Una vez me saqué el siguiente, tampoco era suficiente, tenía que hacer el siguiente del siguiente.

 

 

 

Y así, después de dos años y casi 200 inmersiones, desde esa primera en México, acabé sacándome el curso de instructor.

 

 

 

 

Durante el curso de instructor, que es como un gran hermano de 15 días con los otros compañeros que quieren sacarse ese título, conocí al que es un gran amigo y exsocio.

 

Obviamente los dos estábamos locos por el buceo, y si bien los dos lo estábamos haciendo más por hobby que con la idea de vivir de ello, nos calentemos y decidimos montar un centro de buceo juntos.

 

 

 

 

 

Montamos un centro de la leche, a 20 minutos de Barcelona con todas las comodidades para el buceador.

 

Duchas, zona para desalar equipos, aula para formación…

 

Y la cosa empezó a chutar, y a la vez que los dos tuvimos nuestros primeros descendientes.

 

Como te decía el centro era un más a más, ambos teníamos nuestros trabajos.

 

Así que puedes imaginarte como acabó el centro de buceo.

 

Nos dio pena, pero lo traspasamos.

 

 

 

Hoy en día es uno de los más consolidados de la zona.

 

¿Por qué te cuento esta historia hoy?

 

Porque siempre que emprendemos un proyecto, lo hacemos con unas ganas y cierto punto de locura que mucha gente no entiende.

 

Con el paso del tiempo, esas ganas se van diluyendo y el negocio lo nota.

 

 

 

Hay muchos motivos por los que la motivación inicial va a menos con el tiempo.

 

Pero no nos engañemos, si vemos que la cosa tira y nos deja money, esas ganas pueden volver a venirnos.

 

Sí estás desmotivado con tu negocio, dale una vuelta, a ver cómo puedes hacer para monetizar de otra forma, y que así vuelvas a tener ilusión.

 

Sin ilusión, es muy difícil que algo funcione.

 

 

 

Tu Dr. Pepe Persuasivo.

P.D.     Acabé tan saturado del buceo, que hace años que no he vuelto a ponerme debajo del agua.

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